El carnaval tiene su origen en Europa entre los siglos XII y XIII, fue pensando como una fiesta previa a la Cuaresma para que el pueblo pudiese realizar actos transgresores previos al ayuno. La festividad pasó a América a través del intercambio colombino. Progresivamente, la fiesta fue aceptada por la población local, siendo asimilada durante el virreinato. En el año 1921, durante el segundo Gobierno de Augusto B. Leguía, se dio un paso para reformar el Carnaval en el espacio público para así otorgarle control a las elites y el Estado, y reemplazar el tradicional juego brusco del carnaval tradicional. Así, el carnaval se reelabora con la participación de una reina del carnaval y una reina de los mercados. Muy probablemente esta tradición de elegir a reinas de fiestas se haya extendido a las demás celebraciones. De esta manera, en febrero de 1925, se eligió a Doris Yolanda de la Torre Romainville reina del carnaval y, junto a su corte de honor compuesta por Carmen y Mercedes Luna, Otilia Garmendia, Graciela Ugarte y Carlota Oliart Garmendia, amenizaron los festejos en la ciudad.