El carnaval tiene su origen en Europa entre los siglos XII y XIII, fue pensando como una fiesta previa a la Cuaresma para que el pueblo pudiese realizar actos transgresores previos al ayuno. La festividad pasó a América a través del intercambio colombino. Progresivamente, la fiesta fue aceptada por la población local, siendo asimilada durante el virreinato. En el año 1921, durante el segundo Gobierno de Augusto B. Leguía, se dio un paso para reformar el Carnaval en el espacio público para así otorgarle control a las elites y el Estado, y reemplazar el tradicional juego brusco del carnaval tradicional. Así, se dispuso el uso de carros alegóricos que circulaban por los principales puntos de la ciudad llevando a la corte real escogida durante las fiestas la cual se encargaba de amenizar los festejos.