Con la llegada de la república, el Perú no rompió con las formas de pensamiento religioso implantado en el virreinato. Este continuo hizo que la iglesia gozara del mismo poder al que estaba acostumbrado. Así, tanto iglesia como Estado tenían control sobre la vida cotidiana de las personas. Por este motivo, la tradición católica estaba arraigada en gran parte del pueblo cuzqueño, que era profundamente religioso, y sensible a todo tipo de celebraciones.